El peronismo inauguró la temporada de abrazos, sonrisas y generosidad. Los rencores se depositan a plazo fijo con la certeza de que se recuperarán con intereses al final del ciclo electoral. Es un espectáculo interpretado en un clima perturbador para los propios actores, que conocen el destino último de discordia pero ignoran quién será el verdugo y quién la víctima cuando se acabe el hechizo de la unidad.